LA FAMILIA ELEGIDA

Los lazos más allá de la genética, la ubicación u otras conveniencias adquiridas
Antes de hablar de esta realidad quisiera centrarme en dos premisas:

-          El único requisito fundamental e imprescindible para que exista una familia es el AMOR.
-          La estructura no hace una familia sino que es la familia la que adquiere la configuración que necesita. Y esta no tiene por qué ser permanente.

Estas dos verdades fundamentan la existencia de la familia elegida, sin entender esta elección como un deseo caprichoso o de conveniencia, sino el lugar donde une pone su VOLUNTAD de amar.
Amar es un acto voluntario que surge de manera genuina, claro que sí, pero nadie desconoce hoy por hoy, que el amor o se cuida o se evapora.
El amor como el respeto, se cultiva, se mima, se mantiene, se alimenta, no por obligación sino por que el mismo amor te impulsa a la atención, a adelantarte a la necesidad del otro, a querer acercarte a la persona, descubrirla y celebrarla.
La elección de permanecer, de mirar con ternura, de perdonar los pequeños o grandes defectos, se hace efectiva cada día. Es de verdad una elección.

Entonces tenemos la elección personal de amar, de hacer crecer el impulso genuino y primero, y después de esa elección viene la forma. La estructura, la configuración.
Hablamos mucho de la necesidad de deconstruir. Hasta hace muy poquito la estructura reconocida y reconocible de la familia era la que era, y todo lo demás quedaba fuera. (Viudedad, orfandad, adopciones, custodias con otras ramas familiares, reagrupaciones varias, diversidad, divorcios…)
Hoy sabemos que la realidad es otra, no porque haya cambiado sino porque la sociedad va abriendo los ojos, va haciéndose sensible y va percibiendo que lo que se consideraba “habitual” no lo es tanto. Lo habitual es la diversidad. Y dentro de la diversidad efectivamente se dan situaciones en mayor o menor medida habituales.

De esta manera las personas buscamos, establecemos y reivindicamos las configuraciones que para cada cual son operativas y funcionales, que dicho así suena como muy frio pero es que somos así: nos queremos pero tenemos que organizarnos.
Nuestras familias hoy son heteroparentales, monoparentales, homoparentales, con hijos, sin hijos, sin pareja, con amigos del alma y de la vida, con animales, hay tantas familias como percepciones tengan sus propios integrantes.

Los amigos son familia, si no tengo hijos también soy familia, si prefiero no tener pareja también puedo ser familia, si vivo con otras personas también podemos ser familia, si vivo en las antípodas también puedo y soy familia. Si nunca te he visto en persona, también podemos ser familia. Ya no pueden decirnos qué sí o qué no, aunque las leyes y las reglas sociales vayan como de costumbre algún siglo por detrás.

Mi familia son aquelles con quienes ELIJO vivir, compartir, nos potenciamos, nos amamos, nos alineamos, nos extendemos. En mi familia puede entrar cualquier persona en cualquier momento y también puede salir cualquier persona en cualquier momento porque nadie puede obligar a nadie a permanecer si no quiere, porque la libertad es necesaria para que se produzca la elección del amor.
Los miembros de mi familia pueden compartir carga genética o no, pueden vivir cerca o no, pueden tener una historia común o un presente común y ojalá un futuro común abonado en nuestra mutua libertad.

Este es un regalo que quiero hacer a mis hijas, y a las personas que amo.
Tienes la libertad de permanecer o marcharte, tienes la libertad de ser, no tienes ninguna obligatoriedad afectiva, no me debes nada. No te debo nada. Somos familia si así lo sientes. El amor es nuestro único contrato.

Tenemos la grandísima suerte de contar con una gran familia (TATARU), en la que crecemos como personas, en quienes nos reconocemos, nos apoyamos, a quienes brindamos nuestro amor, acogemos de corazón. Tenemos la grandísima suerte de no sentirnos atadas a nadie que no merezca nuestra atención o nuestro respeto, a quienes nos han maltratado aún compartiendo líneas de sangre, a quienes nos han violentado aún habiendo caminado media vida a nuestro lado. No nos debéis nada, no os debemos nada. Ejercemos nuestra libertad y nos dedicamos a la familia que ES y que ESTÁ. Nuestra familia elegida, fundada y fundamentada en el amor, la libertad y el respeto, libre de cadenas, imposiciones morales arcaicas o estereotipos sociales pasados de moda y de carentes sentido.
El segundero vuela y la vida debe empeñarse en lo que merece la pena.
Y tenemos una familia muy grande y muy bonita para andar perdiendo el tiempo en batallas que no son nuestras.

Ya nadie puede decirnos qué es y qué no es. Somos Tataru. Somos tribu. Somos red.

Querida familia TATARU. GRACIAS por vuestra vida.


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