Ay, hijita.
Si es que me falta sueño hasta el punto de ver lucecitas.
Ya sabes, la presión, la vida.

Se suceden las noches en vela por una causa u otra y la angustia pone el acento en que necesito la neurona intacta para escribir. 
Y que para escribir la urgencia nunca fue buena.

Que esas fotos no se revelan solas.
Que esos vídeos no se editan solos.
Que estamos de guardia y hay que salir corriendo a cargar las penas de otros. Y son muchas penas. Y muchos otros.

Ya sabes, la presión, la vida.

Y jolines, que fastidio el llanto inoportuno. 
Digo esto y no sé bien si algún llanto pudiera no serlo. 
Pienso sí, y luego no, y luego bueno...

Y me lío a matizar, que es lo que me gusta y en lo que ocupo mis desvelos en este insomnio que llevo equipado de serie.

Así que jolines, que fastidio, que llora el bebé.

Pero a veces ocurre que me dejo enseñar y mira, he reaprendido algo ahora mismo.

Porque mientras te pones fucsia, y chequeo por vez infinita que no puedes tener hambre, que tu pañal está sequito, mientras palpo tu abdomen y tu cuerpecito en busca de un estertor o alguna pista que descubriera un dolor. Mientras me aseguro que el pijama está en su sitio y no he dejado la (maldita) etiqueta a modo de cilicio, y noto que tu temperatura es normal, que tu fontanela no está hundida, que ya no te queda un gas, que los mocos viven ahora en el tubo de plástico, que no existe razón, en fin, para que sigas gritando así, haciéndome temer que algún vecino llame a los servicios sociales...

Entonces, te abrazo y tu llanto cesa, y todas las mierdas que he leído corean: qué morro!

Y es cuando comprendo que pese a todo, el cansancio, la presión, la vida... y estas lucecitas que bailan tan monas, el hecho de que un ser humano, pequeño vale, pero un precioso ser humano, decida, que el único sitio del mundo donde QUIERE estar es entre tus brazos, y que lo manifieste con esta  vehemencia, esta desesperación, con esta certeza de que no hay opción remotamente comparable... el hecho de que esto ocurra no es ni de lejos un fastidio. 
Ahí me encuentro el regalo, la maravilla, lo importante. 

Ella sabe dónde quiere estar.
En medio de mí.

Hoy soy tu preferencia, tu elección, tu lugar seguro.

Así que te abrazo pequeña. 

Y espantamos juntas los coros de las plañideras.

Y lo demás ya vamos viendo.

Pero no te pongas fucsia, que me acojonas, amor.

Pd- tu hermana es una santa.


Comentarios

Entradas populares de este blog