El día del padre y sus cositas... Estaba yo este día pasando de rositas, más o menos en silencio, porque es lo que me ha tocado siempre, callandito, callandito, y pintando el cenicerito... Pero he recordado algo que me ha removido. Mi padre murió cuando yo tenía 6 años. Cuando cumplí 33 fui para siempre más vieja que él. Como tengo bastantes más, resulta que en aquel tiempo todo esto pintaba mucho peor. Los hijos de la viuda. Ya les dio la viuda pa'l pelo a los que creyeron que podían hacer leña de ella. Pobrecitos. Sin un padre. Sin la autoridad. (JA!) Los recuerdos como las olas: Una ola y esta niña pintando un cenicero. Otra ola y esta niña pintando una corbata. Otra más y esta niña delante de los mil anuncios que intentaban resaltar con fosforito su falta. Pero nunca me faltó mi padre. Porque tenía a mi madre y bastaba. Ellos decían que no, que no era suficiente. - Mi madre no fuma. + Es para tu padre. - Mi padre está muerto, ya no fu
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Mostrando entradas de marzo, 2019
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Cada segundo es creado para ser de inmediato consumido y al segundo exacto de su nacimiento, otro segundo es creado y consumido, creado y consumido. Segundo a segundo. La vida en perpetuo movimiento... y yo siempre mirando la semilla. Porque, ¿eh?, todo lo inmenso, lo grande, lo inabarcable empieza por una pequeña cosa, sustancia, partícula. Un átomo. Un segundo. Un beso. Un segundo. Y así va tomando cuerpo el universo, el amor, la vida... con su pequeño componente aplicado sin cesar. Tic, tac, tic, tac. Acostumbrados estamos (maestro Yoda), a dejar que nuestra mirada sea acaparada por lo grande, lo inmediato, el resultado, arte final. Y poco duchos andamos, en general, para observar, valorar, disfrutar lo pequeño, el principio de lo que será. Pareciera que lo pequeño ralentiza, devalúa, aburre... y ¡qué paradoja!, si decimos que el tiempo vuela mirando los años, los días, las horas... al mirar los segundos (mira los segundos), el vértigo es implacable, dolor
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No estás sola Mirando fotos antiguas me he encontrado con esta. Año 2009, en la boda de unos amigos del alma, #tataru de primera generación. Llevaba 7 años de relación con la que hoy es mi mujer. Nuestros amigos se iban casando con menos tiempo juntos, iban teniendo hijos. Aunque la ley que nos permite casarnos ya estaba aprobada en España, nosotras ya habíamos asumido silenciosamente que no era para nosotras. Que no transitábamos la misma senda que los demás. No conocíamos ninguna pareja de mujeres con hijos. Ni de hombres. Éramos una pareja invisible. En las bodas de nuestros amigos nos "entraban" los solteros. Tuvimos que escuchar muchas impertinencias y ver muchos despropósitos de gente (desconocida para nosotras) que se sentía con derecho a cuestionarnos. Éramos "famosas" y "tenían ganas de vernos" de "saber cómo éramos". Se sorprendían porque "éramos guapas, llevábamos el pelo largo o lucíamos vestidos".